Introducción
En el vasto panorama del progreso humano, somos testigos de una era donde las mejoras tecnológicas, avances médicos, y prosperidad económica han pintado un cuadro halagador y, a la vez, potencialmente engañoso de nuestra civilización. La amplitud del conocimiento a nuestro alcance, el desarrollo de infraestructuras y la aparente bonanza que hemos vivido, especialmente en las últimas décadas, podría hacernos creer que estamos en un pico constante de evolución positiva. No obstante, es prudente preguntarnos: ¿Esta trayectoria es realmente sostenible?
La mayoría de nosotros ha experimentado un mundo donde las luces de la ciudad nunca se apagan, donde el acceso a los alimentos es una certeza, y donde los sistemas sociopolíticos, aunque imperfectos, mantienen un orden general en nuestras sociedades. Esta percepción del mundo ha sido conformada por nuestras experiencias vivenciales individuales, sustentadas por una era de relativa paz y progreso tecnológico. Sin embargo, esta perspectiva podría ser una ilusión de seguridad y bienestar. La historia, cuando se observa desde una perspectiva más amplia, nos muestra un patrón no de constante ascenso, sino de altibajos, de auge y caída, de prosperidad y decadencia.
Cuando miramos hacia atrás, observamos que nuestra historia reciente ha estado notablemente ausente de cataclismos a gran escala o revoluciones abruptas que alteraron profundamente el curso de las civilizaciones en el pasado. Pero, ¿es esto una garantía de que nuestro camino futuro está exento de riesgos significativos? ¿Podemos permitirnos el lujo de asumir que los patrones del pasado reciente continuarán indefinidamente hacia el futuro?
La realidad es que el actual modelo de progreso que hemos disfrutado es, en muchos aspectos, un fenómeno insólito más que un avance sostenible, construido en parte sobre fundamentos endebles y prácticas insostenibles. Como sociedad, nos hemos endeudado en múltiples aspectos, no solo económicamente, sino también en cuanto a los recursos naturales y la estabilidad ecológica de nuestro planeta. Hemos navegado a través de las aguas procelosas de la geopolítica y la economía global creyendo, erróneamente, que las tormentas nunca llegarán.
Bajo este paraguas de prosperidad aparente, las palabras preparación y resiliencia se vuelven vitales para nuestra supervivencia futura. Anticipar, planificar y estar preparado para las eventualidades desconocidas no es un acto de pesimismo, sino un reconocimiento sabio de la volatilidad de la historia y una aceptación realista de que el futuro podría no ser siempre tan estable o predecible como el presente que conocemos.
En este artículo, navegaremos a través de estas reflexiones, desentrañando las fibras de nuestra percepción actual del progreso y explorando las realidades inquietantes pero cruciales que subyacen debajo de nuestra moderna existencia. ¿Estamos realmente preparados para afrontar lo que viene a continuación? Y más imperativo aún, ¿Cómo podemos fortalecernos individual y colectivamente para navegar a través de los pantanos potenciales del futuro?
Progreso inusual vs. progreso sostenible
A medida que avanzamos a través del siglo XXI, la noción de progreso ha sido una constante, una luz brillante que ha guiado el desarrollo y el avance de nuestras sociedades. Pero hay un aspecto que es crucial abordar, y se trata de la diferencia esencial entre el progreso inusual y el progreso sostenible. ¿Cómo discernir entre un crecimiento que está construido sobre cimientos sólidos y uno que se eleva sobre un terreno pantanoso e inestable?
Progreso inusual: una máscara de estabilidad
El progreso inusual es aquel que, a primera vista, deslumbra con sus luces brillantes de desarrollo y avance, pero que, al analizar su estructura subyacente, revela una base frágil y peligrosamente volátil. Un ejemplo palpable lo encontramos en la economía globalizada de las últimas décadas. A nivel macro, las cifras del PIB, los índices bursátiles y los niveles de producción podrían insinuar una bonanza. Sin embargo, este crecimiento económico ha estado notoriamente desvinculado de la estabilidad financiera de la ciudadanía promedio y, además, ha sido construido sobre niveles de deuda cada vez más preocupantes.
La deuda –en forma de préstamos estudiantiles, hipotecas y deudas nacionales–, aunque útil en un contexto de crecimiento continuo, se convierte en una carga insostenible cuando este crecimiento se estanca o retrocede. Hemos visto cómo las burbujas financieras estallan, como sucedió con la crisis inmobiliaria de 2008, dejando a su paso un rastro de desolación económica para los individuos y el tejido social.
Progreso sostenible: la necesidad de un cambio de paradigma
Por otro lado, el progreso sostenible busca la armonización entre el crecimiento y la preservación, no solo a nivel económico, sino también ambiental y social. Supone avanzar con una visión de futuro, de manera que los recursos y sistemas no se agoten ni colapsen bajo la presión de mantener un nivel de prosperidad artificialmente inflado.
Cuando analizamos el modelo de desarrollo industrial y económico en países emergentes, observamos una huella ecológica que ha dejado consecuencias catastróficas. Por ejemplo, la rápida industrialización en China ha impulsado notablemente su economía, pero a costa de la degradación medioambiental, afectando la calidad del aire y de los recursos hídricos, y por ende, la calidad de vida de sus habitantes y del planeta en su conjunto.
El dilema radica, en gran medida, en que nuestra perspectiva de progreso ha estado inextricablemente vinculada a la acumulación y expansión, sin considerar la capacidad finita de nuestros recursos y sistemas. Un progreso genuinamente sostenible requeriría de un cambio fundamental en cómo definimos y medimos el «éxito» y el «desarrollo» a nivel sociopolítico y económico.
Mirando al futuro con una lente de prudencia
Entonces, ¿Cómo reconciliamos la necesidad de avance con la igualmente imperativa necesidad de preservación y sostenibilidad? La construcción de un futuro basado en el progreso sostenible es imperativa para evitar caer en las trampas de un progreso inusual que, eventualmente, pueda colapsar bajo su propio peso.
Para ello, es fundamental reevaluar y reformular nuestras estrategias de desarrollo y crecimiento, implementando prácticas y políticas que no solo propulsen la innovación y la prosperidad, sino que también garanticen que estas no se estén logrando a costa de nuestra estabilidad futura.
La falacia del deudor
En el apogeo de nuestras sociedades modernas, donde el progreso es medido muchas veces a través del prisma del crecimiento económico, la deuda ha emergido, paradójicamente, como un agente doblemente filoso. Esta, mientras facilita la accesibilidad a bienes y servicios, también teje una red que puede atrapar a los individuos, comunidades y naciones en un ciclo perpetuo de dependencia y riesgo financiero.
Una estrategia insostenible: crear prosperidad a crédito
Históricamente, la deuda, en sus diversas formas, ha sido instrumental para catalizar desarrollos, desde permitir la adquisición de viviendas mediante hipotecas hasta posibilitar la educación superior a través de préstamos estudiantiles. Pero es crucial discernir entre utilizar la deuda como un instrumento para facilitar inversión y desarrollo genuinos, y depender de ella como medio para sostener y proyectar una imagen de prosperidad y crecimiento.
La falacia radica en la percepción errónea de que el endeudamiento constante es sostenible a largo plazo, presuponiendo que el «pastel» económico seguirá creciendo indefinidamente y que las futuras ganancias validarán y absorberán las deudas presentes. En la práctica, esta estrategia es inherentemente frágil, sobre todo cuando no se toman en cuenta las múltiples variables que pueden interrumpir el crecimiento.
Las consecuencias de nadar en un mar de deudas
Primero, observemos los niveles microeconómicos, donde individuos y familias se ven atrapados en una espiral de deuda. La promesa implícita de los préstamos estudiantiles, por ejemplo, es que la inversión educativa se traducirá en oportunidades laborales lucrativas, que a su vez permitirán saldar la deuda incurrida. Pero, ¿qué sucede cuando los mercados laborales se contraen, las oportunidades merman y las deudas permanecen?
A nivel macroeconómico, una nación endeudada se encuentra en una posición precaria cuando las condiciones económicas globales fluctúan, y los recursos para saldar las deudas se agotan o reducen. La cruda realidad de la falacia del deudor se revela en todo su esplendor en momentos de crisis, como la recesión mundial que presenciamos en años anteriores, donde la deuda nacional e individual se convirtió en una carga insostenible para muchos.
Reevaluando la sostenibilidad económica
El enfoque en un crecimiento perpetuo, sin contemplar adecuadamente las eventualidades de un estancamiento o contracción económica, ha demostrado ser no solo insostenible sino peligrosamente miope. Las consecuencias de una economía construida sobre pilares de deuda se extienden más allá de los mercados financieros, permeando la estabilidad social y política.
Para aquellos dedicados a la preparación y prevención, entender esta dinámica es esencial. El primer paso hacia la preparación financiera es reconocer las vulnerabilidades intrínsecas del sistema actual y, posteriormente, establecer estrategias que permitan la protección y sostenibilidad personal y comunitaria en escenarios de crisis económica.
Al educar y empoderar a las personas para que comprendan los riesgos y las alternativas, podemos colectivamente comenzar a construir una resiliencia financiera que no solo nos proteja en tiempos de incertidumbre, sino que también pavimente el camino hacia un modelo económico que no sacrifique la estabilidad futura en el altar del crecimiento inmediato.
Globalización y Outsourcing: beneficios a corto plazo con consecuencias a largo plazo
La globalización y la externalización de la producción han marcado profundamente la trama del desarrollo mundial en las últimas décadas. Estos fenómenos, aunque han traído consigo una serie de beneficios superficiales, también han tejido una red de problemas complejos que resuenan a nivel mundial y que ponen en jaque a nuestra sostenibilidad a largo plazo.
Ventajas engañosas: consumo asequible y economías en crecimiento
El traslado de la producción a países emergentes, donde la mano de obra es económica y las regulaciones, en muchos casos, más laxas, ha permitido a los consumidores de todo el mundo acceder a productos a precios anteriormente inimaginables. Simultáneamente, ha facilitado a naciones como China el impulso de sus economías a tasas exponenciales, creando una ilusión de progreso y prosperidad omnipresentes. Pero, al rasgar esa fachada de prosperidad, se revela un escenario más desolador.
Consecuencias ambientales: sacrificando el futuro del planeta
La explosión industrial en naciones en vías de desarrollo ha venido a un coste colosal para el medio ambiente. La producción masiva, alimentada por la demanda global y posibilitada por la laxitud en las regulaciones ambientales, ha ocasionado un daño irreparable a los ecosistemas locales y globales. La contaminación del aire y agua, la degradación del suelo, y la explotación de recursos naturales, se han convertido en moneda corriente, minando la sostenibilidad ambiental y, por ende, la viabilidad de un futuro sano para las generaciones venideras.
La paradoja de la estabilidad sociopolítica
A su vez, el rápido crecimiento económico ha derivado en tensión sociopolítica tanto a nivel local como internacional. Si bien países como China han experimentado un ascenso en su estatus económico global, también han enfrentado, internamente, desafíos en términos de equidad, derechos laborales, y desigualdades socioeconómicas. El auge económico, por lo tanto, no se ha traducido necesariamente en una mejora equitativa de las condiciones de vida para toda la población.
Preparación y prevención en un mundo interconectado
Desde la perspectiva de la supervivencia y la preparación ante emergencias, es imperativo entender cómo la globalización y el outsourcing, a pesar de proporcionar beneficios a corto plazo, han creado un entramado global de vulnerabilidad y dependencia. La caída de un pilar en este entramado podría desencadenar un efecto dominó, afectando las cadenas de suministro y desestabilizando economías y sociedades alrededor del mundo.
La dependencia de productos externos, ligada a una producción que descuida los aspectos ambientales y sociales, plantea un riesgo significativo en contextos de crisis. En este paradigma, la autosuficiencia, la sostenibilidad local, y el desarrollo responsable emergen no solo como ideales éticos, sino como imperativos estratégicos para la supervivencia a largo plazo.
Los salvaguardas, entonces, no solo se deben preparar para crisis inmediatas, sino también entender y navegar en este entorno global intrincado y frágil, fomentando prácticas y sistemas que prioricen la sostenibilidad, la equidad, y la resiliencia. En el núcleo de este esfuerzo radica la necesidad de reevaluar nuestros modelos de desarrollo y consumo, alentando una ética que valore y proteja nuestras comunidades y nuestro planeta por encima de los beneficios inmediatos y superficiales.
La percepción del progreso y el futuro
Navegar a través de las páginas de la historia y la modernidad nos lleva a cuestionarnos: ¿Hemos sido testigos de un auténtico progreso o simplemente de un espejismo de prosperidad temporal? A medida que profundizamos en las percepciones generacionales del avance y las expectativas respecto al futuro, el escepticismo y la incertidumbre parecen ser actores prevalentes en el escenario global.
Pulso generacional: expectativas y realidades
Aunque soy un modelo de lenguaje sin acceso a datos en tiempo real, diversas encuestas y estudios han reflejado, en tiempos recientes, una marcada desconfianza entre las generaciones más jóvenes respecto al futuro. Millenials y Gen Z, por ejemplo, a menudo expresan perspectivas más pesimistas acerca de la economía, el medio ambiente y la política global en comparación con generaciones anteriores. Mientras que las oportunidades de educación y tecnología han experimentado un innegable auge, la estabilidad económica, el acceso a vivienda y la sostenibilidad ambiental se perciben, frecuentemente, como horizontes más lejanos y difusos.
Economía estancada, medio ambiente comprometido
Una causa subyacente de esta desconfianza puede radicar en el evidente contraste entre el crecimiento económico y la degradación ambiental. Las generaciones jóvenes se enfrentan a mercados laborales saturados, incremento de los precios de la vivienda, y una creciente crisis climática que amenaza con reconfigurar drásticamente los paisajes geográficos y económicos del mañana.
Consecuencias de un mundo hiperconectado
Además, la información instantánea y globalizada ha permitido una conciencia más aguda y crítica sobre los problemas mundiales y las injusticias sociales. Si bien esto ha armado a las nuevas generaciones con herramientas para la protesta y el cambio, también ha instigado una profunda preocupación y, en algunos casos, desesperanza frente a la magnitud y complejidad de los desafíos que yacen por delante.
Las grietas de la meritocracia
La noción de que el trabajo duro y la educación se traducen automáticamente en éxito y estabilidad también se ha erosionado. A pesar de los niveles de educación más elevados entre los jóvenes actuales, muchos se encuentran atrapados en una espiral de trabajos precarios y deudas estudiantiles, a la vez que enfrentan barreras sistémicas que obstaculizan la movilidad ascendente.
Supervivencia: preparación para un futuro incierto
En Salvaguardas.com entendemos que la preparación y la previsión se vuelven esenciales en este paisaje de incertidumbre. La seguridad y la estabilidad no solo se logran a través de la prosperidad económica y el progreso tecnológico, sino también mediante el fortalecimiento de nuestras comunidades, la gestión sostenible de nuestros recursos, y el cultivo de habilidades que nos permitan navegar a través de desafíos imprevistos.
Ante el espejo del progreso, ¿Qué reflejo deseamos para las generaciones futuras? Desde la perspectiva de la preparación, enfocarnos en estrategias de vida sostenibles, en fomentar habilidades prácticas y en cultivar una mentalidad de resiliencia puede guiarnos hacia un futuro en el cual el progreso sea genuino y esté al alcance de todos, no solo como una percepción, sino como una realidad tangible y sostenible.
Reconfigurando nuestra visión de progreso
Para trazar una senda de progreso auténtico y sostenible, es imperativo realinear nuestras expectativas, estrategias y acciones con los principios de equidad, sostenibilidad y resiliencia. En este escenario, cada paso hacia adelante se basa en el entendimiento profundo de nuestras vulnerabilidades y fortalezas, en la preparación minuciosa para los escenarios venideros y en el compromiso inquebrantable con un futuro que, no solo imaginamos, sino que también construimos con intención y consciencia.
Desmontando la «Normalidad»
En un mundo inundado por titulares de crisis y cambios drásticos, la frase “la nueva normalidad” ha encontrado un hueco en nuestro léxico diario. Sin embargo, desde la trinchera de la supervivencia y la preparación ante desastres en Salvaguardas.com, nos vemos impelidos a explorar las profundidades de esta expresión y su real implicancia en nuestro tejido social y económico.
“Nueva Normalidad”: más que un slogan
Esta frase, surgida en medio de las crisis, ya sean económicas, de salud, o ambientales, sugiere una adaptación colectiva a un estado alterado de ser, donde nuestras anteriores prácticas y estilos de vida son suplantados por nuevos paradigmas y hábitos. Pero, ¿es esta «nueva normalidad» genuinamente sostenible, o simplemente un paliativo temporal ante las crisis emergentes?
Cuestionando las bases de la prosperidad
A lo largo de las últimas décadas, el crecimiento económico se ha erigido como el pilar indiscutible del progreso y el bienestar. Sin embargo, a menudo olvidamos preguntarnos: ¿A qué costo? La explotación insostenible de recursos, la degradación ambiental, y una creciente desigualdad socioeconómica se esconden frecuentemente tras las cifras de crecimiento y prosperidad.
La sostenibilidad en la mirilla
El camino hacia un futuro estable implica necesariamente desentrañar y, si es necesario, desmantelar las estructuras y prácticas que, aunque una vez fueron benéficas o neutrales, ahora amenazan nuestra supervivencia y bienestar a largo plazo. ¿Es nuestro modelo económico actual, basado en el consumo perpetuo y el crecimiento constante, realmente viable en un planeta con recursos finitos y una población en crecimiento?
Reimaginando un futuro equitativo y sostenible
Desde la perspectiva de salvaguardas.com, la preparación para el futuro no es simplemente una cuestión de almacenar recursos y desarrollar habilidades de supervivencia. Es también una invitación a revisar críticamente y reimaginar las estructuras socioeconómicas y culturales que definirán nuestras vidas y las de las generaciones venideras. En lugar de aferrarnos a nociones obsoletas de “normalidad”, ¿podemos forjar un nuevo camino que integre la sostenibilidad, la equidad, y la resiliencia como principios cardinales?
La verdadera “Normalidad” es el cambio
Al adoptar un enfoque de preparación y supervivencia, comprendemos que el cambio es, en esencia, la única constante real. Las crisis, tanto esperadas como inesperadas, surgirán inevitablemente en el horizonte. En lugar de perpetuar un ciclo de crisis y “nueva normalidad”, es fundamental que desarrollemos sistemas y prácticas que no solo sean robustos ante los desafíos, sino que también los anticipen y se adapten proactivamente a ellos.
Preparándonos para un mundo en evolución
Si bien no podemos prever cada eventualidad, podemos cultivar una mentalidad y una sociedad que estén más plenamente equipadas para navegar por las aguas, a veces turbulentas, del cambio y la incertidumbre. La “nueva normalidad”, entonces, no debe ser una reacción pasiva a las crisis emergentes, sino un compromiso activo y consciente con la creación de un futuro más sostenible, equitativo y resiliente para todos.
En este camino, nuestra colectividad, sabiduría compartida y esfuerzos unificados serán nuestras armas más potentes. En salvaguardas.com, su aliado en preparación y supervivencia, estamos aquí para guiarlo en este viaje hacia un futuro reimaginado, equipándolo con las herramientas, conocimientos y apoyo necesarios para no solo sobrevivir, sino prosperar, en las décadas venideras.
La importancia de prepararse para un futuro incierto
En el amplio ecosistema de las posibilidades futuras, la certeza es una ilusión efímera y la incertidumbre una constante palpable. Este principio, innato para nosotros en salvaguardas.com, conforma la esencia de nuestra visión sobre la importancia de prepararse para lo que está por venir. Y en nuestra actualidad, dominada por variables ambientales, sociales y económicas volátiles, esta premisa se vuelve más relevante que nunca.
Preparación: una inversión en tranquilidad
Visualizar la preparación como un seguro de vida es esencial; una inversión que, más allá de brindar recursos tangibles en momentos de crisis, ofrece una invaluable tranquilidad mental ante las incógnitas del mañana. La inversión en preparación es, en esencia, una apuesta por un futuro donde, independientemente de las circunstancias, se pueda navegar con destreza a través de los mares tormentosos de la adversidad.
Los pilares de la preparación
Pero, ¿Cómo se traduce la preparación en acciones y estrategias concretas? Aunque los contextos y necesidades pueden variar enormemente, existen ciertos pilares fundamentales que constituyen una base sólida en cualquier plan de preparación para futuros inciertos:
- Educación continua: La adquisición constante de conocimientos y habilidades es esencial. Desde técnicas de supervivencia básica hasta estrategias financieras resilientes y conocimientos en primeros auxilios.
- Redes de apoyo: Construir y mantener una red robusta de individuos y comunidades con intereses y objetivos similares. La colaboración y el apoyo mutuo son claves en momentos de crisis.
- Almacenamiento inteligente: Asegurarse de tener acceso a recursos básicos como alimentos, agua, y herramientas, a través de un almacenamiento bien planificado y rotativo para garantizar la frescura y utilidad.
- Planificación financiera: Desarrollar estrategias financieras que sean resilientes ante variados escenarios económicos, tales como inversiones diversificadas e inclusive algunos activos físicos.
- Resiliencia psicológica: Desarrollar una mentalidad que no solo anticipe retos, sino que también esté equipada para manejar el estrés y la ansiedad que estos pueden generar.
Construyendo un mañana resiliente
Aunque el panorama global pueda teñirse de incertidumbre, nuestras acciones y decisiones presentes tienen el poder de construir un futuro donde, en lugar de ser arrastrados por las corrientes del caos, estamos equipados para navegar a través de ellas. Esta no es una tarea sencilla ni lineal. La preparación demanda una inversión de tiempo, recursos, y, sobre todo, la voluntad de enfrentar la realidad de nuestra vulnerabilidad colectiva e individual ante el futuro.
Salvaguardas.com: tu aliado en el camino
Nosotros, en salvaguardas.com, estamos comprometidos a ser tus compañeros en este viaje hacia la preparación y la resiliencia. Proveemos herramientas, recursos, y una comunidad dedicada a edificar un mañana donde, pese a los vientos de incertidumbre, podemos mantener el rumbo con confianza y solidaridad.
Porque en este océano de incertidumbres y posibles tormentas, estar preparado no es solo una elección, es un imperativo para salvaguardar nuestro presente y futuro.
Repensando el progreso en un suelo tambaleante
La noción de progreso, incrustada en los cimientos de nuestras sociedades contemporáneas, ha sido perpetuamente acompañada por una sombra persistente que, en los recovecos de nuestras colectivas conciencias, susurra dudas sobre la sostenibilidad y equidad de nuestra trayectoria actual. La visión compartida en esta serie en salvaguardas.com ha intentado desenterrar las realidades que este sombrío acompañante murmura, iluminando las fracturas en el supuesto terreno firme sobre el que avanzamos.
Reflexiones sobre un sendero inestable
Hemos navegado juntos a través de conceptos y fenómenos como el Progreso Inusual, donde se destapó la alarmante fragilidad de nuestro crecimiento y desarrollo aparentemente robusto. La Falacia del Deudor, nos reveló las grietas del crecimiento económico, respaldado por la ilusión del crédito sin consecuencias. La dilucidación de las verdades detrás de la Globalización y el Outsourcing, y la comprensión de su doble filo, nos mostró cómo, aunque prosperamos en la bonanza de productos accesibles, también cosechamos tormentas de desigualdad y desequilibrio ambiental.
En el intento de desmontar la «Normalidad«, discutimos la urgencia de disolver las preconcepciones obsoletas sobre nuestro sistema económico y social y exploramos la dicotomía entre la Percepción del Progreso y las realidades tangibles de nuestro entorno y sociedad. Al subrayar la «Importancia de Prepararse para un Futuro Incierto«, se delinearon estrategias y principios fundamentales para establecer una infraestructura personal y comunitaria robusta y resiliente.
Una llamada a la acción y reflexión
Es imperativo reconocer que, aunque nuestras navegaciones a través de estos temas han sido extensas, no son absolutas. El terreno que hemos explorado es vasto y complejo, con capas aún no descubiertas y perspectivas aún no exploradas. La verdadera reflexión y acción se enraízan en una comprensión continua y evolutiva de estas realidades, un proceso que no culmina, sino que perpetuamente se transforma y adapta.
Este es un llamado, no solo para prepararnos para el futuro sino para repensar activamente nuestro presente. Es un imperativo que extendemos no solo como un consejo, sino como una necesidad vital para el futuro de nuestras sociedades y nuestro planeta.
Más allá de la supervivencia
En salvaguardas.com vamos más allá de la simple preparación para la supervivencia. Apostamos por una preparación que implica una transformación consciente y reflexiva de nuestras perspectivas, acciones y sistemas. Nuestra misión, en esta compleja travesía, es ser un faro y un refugio, donde los recursos, la educación y la comunidad convergen para construir, no solo supervivientes, sino agentes de cambio proactivo e informado.
Así, concluimos no con un fin, sino con un nuevo comienzo. La información y reflexiones compartidas a lo largo de este viaje no están destinadas a ser un epitafio de nuestras sociedades actuales, sino más bien un manifiesto para un nuevo capítulo; uno que podemos escribir con manos informadas y corazones resueltos.
Nos mantenemos, como siempre, como sus salvaguardas en este viaje hacia un futuro incierto pero enfrentado con sabiduría, preparación y comunidad.