De 72 horas a 2 semanas: Una mirada crítica a la nueva realidad de la preparación para emergencias

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Salvaguardas.com

Cuando hablamos de preparación para emergencias, el tiempo es, sin lugar a dudas, una variable que no puede ser ignorada. 72 horas ha sido, durante mucho tiempo, el periodo estándar de referencia sobre el cual muchos expertos y organismos gubernamentales, como el sitio Ready.gov del Departamento de Seguridad Nacional, han basado sus guías y recomendaciones para almacenar suministros en caso de emergencia. No obstante, eventos recientes y el análisis constante de la capacidad de respuesta frente a desastres masivos está comenzando a cambiar este paradigma.

Por un lado, la Cruz Roja ha sido uno de los organismos que ha actualizado su postura y recomendaciones al respecto. En su sitio web, se evidencia una perspectiva actualizada: «Suministro para 3 días para evacuación, suministro para 2 semanas para el hogar«. Este cambio no es fortuito y está directamente relacionado con las experiencias recopiladas en eventos catastróficos recientes.

Examinemos, por ejemplo, el huracán Harvey, el tsunami en Japón, el terremoto de Haití y los incendios forestales en California. En todos estos casos, las comunidades afectadas se encontraron sin acceso a servicios básicos y desplazadas durante períodos que superaron ampliamente las mencionadas 72 horas. En muchos de estos contextos, las personas se vieron forzadas a sobrevivir sin ayuda externa y sin servicios básicos durante semanas.

En 2016, una simulación de gran escala llevada a cabo por la Marina de los EE. UU., la Guardia Costera y la Guardia Nacional del estado de Washington proporcionó una perspectiva sombría respecto a la capacidad de respuesta frente a un desastre masivo. Este ejercicio, centrado en la respuesta a un terremoto en la Zona de Subducción de Cascadia, una región que abarca desde Vancouver, Seattle y Portland hasta el norte de California, culminó con un informe de 83 páginas que destilaba una serie de conclusiones preocupantes: la infraestructura colapsaría, los sistemas no están listos, y se desencadenaría una crisis humanitaria en toda regla en menos de diez días.

Una situación similar fue planteada por la Oficina de Agua de Portland en relación a un terremoto en esa región. El escenario que describen es aterrador: un millón de personas en un área de 225 millas cuadradas se quedarían sin agua durante meses, no días. Las infraestructuras críticas, como las de agua y saneamiento, son vitales en cualquier estrategia de respuesta y recuperación tras un desastre.

La realidad, a la luz de las experiencias recientes y las simulaciones, es que las políticas y presupuestos actuales no están alineados con esta nueva realidad, empeorando la situación en lugar de mejorarla. Coordinar y movilizar recursos externos podría tardar al menos una semana, un tiempo crítico durante el cual las comunidades deben ser autosuficientes para sobrevivir. Según informes del ejército estadounidense, se requieren, en promedio, ocho días para movilizar una respuesta dentro de la frontera estadounidense, y eso contemplando una crisis relativamente localizada.

Este contexto recalca la imperiosa necesidad de revisar y ajustar nuestras estrategias de preparación ante emergencias, adoptando una visión que vaya más allá de las primeras 72 horas. Los suministros para dos semanas comienzan a perfilarse no solo como una recomendación, sino como una necesidad insoslayable para garantizar la supervivencia y el bienestar de las comunidades en el real y palpable contexto de un desastre. La resilencia comunitaria, la preparación individual y colectiva y la adaptabilidad se convierten, por ende, en pilares fundamentales de la preparación moderna para emergencias.

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