El poderoso terremoto de magnitud 7,6 que sacudió la costa occidental de Japón este lunes se ha cobrado la vida de al menos 55 personas, una cifra que podría aumentar a medida que continúan las operaciones de rescate. El primer ministro Fumio Kishida ha descrito la situación como una “batalla contra reloj” para alcanzar áreas difíciles y rescatar a las víctimas atrapadas.
La ciudad de Wajima, cerca del epicentro y a unos 500 kilómetros de Tokio, ha sido la más golpeada, con aproximadamente 25 edificaciones derrumbadas. Las autoridades de la prefectura han confirmado víctimas en varias ciudades, incluyendo 19 en Wajima, 20 en Suzu, y otras en Nanao, Anamizu, Hakui y Shiga.
El seísmo, que ocurrió a las 16 horas (hora local) del lunes, fue seguido por una serie de réplicas, llevando a la evacuación de más de 50,000 personas. Aproximadamente 36,000 hogares se han quedado sin electricidad. Además, el riesgo de más réplicas fuertes en los próximos días ha llevado a los sismólogos japoneses a pedir a los residentes que mantengan extrema vigilancia.
Las autoridades japonesas han movilizado a las Fuerzas de Autodefensa, la Guardia Costera, los bomberos y la policía para las operaciones de rescate. A pesar de las dificultades para acceder a algunas zonas, el gobierno ha enviado suministros por barco y ha pedido a los residentes de las áreas afectadas actuar con seguridad.
El terremoto ha causado incendios en más de 200 estructuras y ha dejado sin luz a decenas de miles de hogares, principalmente en Ishikawa. En Wajima, se buscan a seis personas desaparecidas bajo los escombros, y se han habilitado albergues para las 51,000 personas desplazadas.
La crisis en Japón ha generado preocupaciones internacionales, con alertas de tsunami emitidas también en Rusia, Corea del Sur y Corea del Norte. Aunque las centrales nucleares de la zona afectada han sido revisadas y se descartan graves riesgos por el momento, el recuerdo del devastador terremoto y tsunami de 2011 sigue presente.
El desastre actual en Japón no solo es una tragedia humana, sino también un recordatorio de la vulnerabilidad de las zonas sísmicas y la importancia de la preparación y respuesta rápida ante desastres naturales.